Elidelmar Otman

@tw13ero

El silencio se hace oír

Sus huesos son polvo, su carne fue alimento de peces, sus hijos -algunos- no saben quiénes son en realidad. Cuando la realidad es atroz, queda la memoria.

¿Cómo habrá sido aquel día? ¿Gris y plomizo como hoy? ¿Soleado y fresco o con viento? No había nacido por eso me permito imaginarlo sereno, silencioso: ¿acaso incierto como lo sería el futuro cercano?

Hoy, 42 años más tarde, el cielo se empeña en traer a la memoria aquel día: el clima, el color de las nubes, tal vez como el de aquellas botas lustradas por la disciplina. Incertidumbre.

Entonces, queda la memoria: ¿Dónde?

En las arrugas de esos rostros de mujeres con un pañuelo blanco al cuello. Esas mujeres comunes, ahora “Abuelas”, que enarbolan los nombres de los desaparecidos en la cuidad y sus fotos que permanecen en la retina del que mira.

En la voz de un chico de 8 años que pregunta ¿Los militares eran malos? ¿Qué hacían, tío?

En la mirada de ese cuarentón que siente culpa del “podría haber sido yo, pero no lo fui”. O justamente por eso enfatiza una preocupación fingida.
Hoy están los que se creen visibles, dueños de una verdad política y los que quieren ser invisibles. Están las víctimas pero faltan sus victimarios o, al menos, sus descendientes. ¿Por reconciliación? No. Sólo por aceptar la verdad y reconocerla. Pero no están, nunca vienen, nadie los invita.

Todo flota en el sobreentendido del que nadie [ni yo mismo]se hace responsable.
Otra vez, queda la memoria.
Es 24 de marzo, la tarde se apaga rápido como las corridas y puertas derrumbadas en los allanamientos simulados que fueron secuestros, en verdad.

La marcha avanza. Adelante los visibles, niños y familiares con sus carteles de aquellos desaparecidos por un plan sistemático que no tuvo piedad con madres embarazadas, bebés o trabajadores. En el centro, dirigentes, ciudadanos, miembros de organizaciones sociales y civiles. Al final, una batucada de tamboriles impidió que aquellos que querían ser invisibles lo lograran.

Gualeguaychú reclamó "fortalecer la democracia ante las distorsiones oficiales" que se ejemplificó con la concentración económica y derechos sociales vulnerados, las “detenciones y desapariciones de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y Julio López” por sobre el resto de los reclamos.
A 42 años, con el lema de "ni un paso atrás" la marcha puso énfasis en "nunca más a los presos políticos, al destrato de los familiares de los 44 tripulantes del ARA San Juan, los despidos, la pobreza y la deuda externa”.

En el recuerdo a "los 30 mil detenidos desaparecidos, presentes ahora y siempre," expusieron una crítica a "las vueltas" del Gobierno Nacional en su política de derechos humanos; el desfinanciamiento de los organismos; el intento por ralentizar los juicios” y la posible libertad anticipada de represores.

Alguien dijo “Nunca más” y la reacción fue el aplauso más contundente de la jornada, remarcando que cada palabra tiene su esencia, su peso. Otras son históricas: memoria, justicia, desaparecidos, Malvinas, identidad y sigue la lista con sus planos múltiples de sentido.
Sin embargo, sólo queda la memoria de lo que los argentinos hicimos con lo que nos sucedió. Memoria que se transformó en verdad, justicia y condena para represores.

Actualmente, es necesario que el término no evolucione, no cambie, que continúe siendo lo construido por todos: detenidos; desaparecidos; hijos; nietos; abuelas; militares; represores; asesinos; víctimas; agresores; indiferentes y comprometidos.

Hace 35 años, desde aquel 1983, cada 24 de marzo se oye el silencio que grita la memoria.

*Elidelmar Otman es periodista

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