Fui con todo el prejuicio del mundo: otro que entiende de música clásica y se mete con el tango, que es otro mundo.

Pero Marcelo Arce demostró no ser ningún improvisado en la cuestión, y en la 31ª presentación en el Magnasco exhibió una visión propia sobre la tanguidad.

Debe respetarse su mirada, presta a recoger curiosidades, como Sandro cantando con la orquesta de Atilio Stampone “El día que me quieras”, mientras bailaban Julio Bocca y Eleonora Cassano; y había que verlo al Gitano marcando, con su voz, el baile impar de dos monstruos de la danza. También la visión del expositor tenía pasión por los encuentros de músicos clásicos famosos (Stravinsky) con el tango argentino. Pero bien puesto en el hilo de la exposición, que inició con un sentido recitado de Horacio Ferrer.

Por los conocimientos de Arce pasó La Tita cantando El choclo; pero también Susana Rinaldi y Virginia Luque. Estuvo Gardel, claro, pero también Fiorentino. Y Julio Sosa con Cambalache.

Y Mora Godoy bailando La cumparsita. Y Osvaldo Pugliese con Recuerdo y La mariposa, nada menos. Y Pichuco Troilo con La trampera, y una versión, con ambos muy jovencitos, de Pichuco y Grela haciendo La pulpera de Santa Lucía. Y el Gordo maravilloso, con su orquesta, en su última grabación de Responso.

O sea: los tangueros nos hicimos una panzada como hace tiempo no podíamos.

Pero además, Arce introducía a cada tema con alguna historia bien urdida, y acompañaba a los músicos con su mímica especial.

¡Vaya si valió la pena las más de dos horas en el Magnasco! Porque digo algunas cosas que impactaban, pero también estuvo Salgán con A fuego lento, y el cioerre con una de las mil versiones de Piazzolla de Adiós, Nonino, esa maravilla nacida desde las entrañas de un hombre que despide a su papá, su guía, su inspirador.

En definitiva: Marcelo Arce aplastó mis prejuicios con sus conocimientos, su buen gusto y su amor por la música popular más hermosa que se ha creado: nuestro tango.

Las magnascas, como siempre, cuidando cada detalle para que nosotros, el público, nos sintiéramos como en casa. Gracias.

Autor: Julio Majul.
Por Julio Majul
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