En primera persona, Mario Massaccesi, periodista del grupo Clarín, dialogó con este portal tras la exposición en la universidad.

Recorrió aspectos de sus capacitaciones, el rol de la comunicación motivacional, los límites que impone la propia cultura a nuestro bienestar emocional, cómo “elegir vivir, cruzar el puente de las dificultades a pesar del miedo” y la búsqueda de resultados positivos para tener una buena actitud en el presente y futuro.

En la Universidad de Entre Ríos, precedido por Gustavo Prieto que explicó técnicas de liderazgo y confianza en sí mismo, el conductor del noticiero “En síntesis” de Canal 13, abrió su corazón sin evadir los temas más agrios del periodismo actual.
Honrar la vida
“Recontra bien y no lo puedo creer. Para llegar bien, no sé cuánto trabajó la vida pero yo tuve que trabajar mucho para ponerme a la par de la vida, no en un lugar de competencia sino en un lugar de merecimiento de vivir bien. Creo que la vida es y que uno se va haciendo a la vida como quién surfea una ola del mar: hay momentos de mucha lucidez donde las olas te acompañan y otros en que las olas te arrastran. El saldo es que estoy vivo, de las veces que me arrastró pude seguir surfeando y, ahora, elijo seguir surfeando disfrutando la vida, no me la quiero perder”.

“El buen vivir se merece, pero no nos enseñan a merecer la vida. Nos enseñan a sacrificarnos y no cómo merecerla. Nos hacen creer -incluso desde los grandes medios- que hay grandes temas y que tenemos que estar ocupados de ellos. Nos olvidamos de las pequeñas cosas, como me paso acá en Gualeguaychú, que un matrimonio me dijo que la charla le sirvió para darse cuenta que pueden mejorar la relación con sus hijos: eso es merecer la vida, intentarlo, quizás te equivocas, lo reconoces, pedís perdón. Eso es merecer la vida”.

“Nuestros padres nos enseñan que primero hay que tener, sea un título, una casa, una familia o un trabajo. Con eso hacer para, después, ser alguien en la vida. Me parece que el camino es exactamente al revés. Primero hay que ser alguien en la vida y, con eso que sos, hacer algo para después tener -no desde lo material, sino desde lo humano- y eso es merecer la vida, lo que florece de una cosecha”.

“El otro es la familia, la escuela o iglesia, las convenciones sociales y todo el tiempo juegan en nosotros influyendo para que no haya un cambio de paradigma; aunque advierto que está empezando un cambio mientras persiste lo otro de tener para ser. Y cuando tenes algo, ya sos un viejo choto”.

“El cambio no está en los medios de comunicación que siguen enseñando que hay que tener el auto y fama para ser alguien en la vida. Nosotros somos responsables de no cambiar esas miradas o replanteos. Por suerte, ahora hay algunas series o soportes como Netflix donde te cuentan algo distinto a lo que muestra la tele convencional”.

“La cultura está atrás, se quedó en el consumo a full porque el sistema nos necesita domesticados para poder seguir existiendo”.
La grieta
“No me joroba en nada porque nunca le di pelota a la grieta, soy un militante de la no grieta. Como todos, porque no soy perfecto, he caído en la tentación de meterme en una discusión. Nunca descalifique a los que están del otro lado. Me ha pasado de gente que venía a mi casa y me ha dicho “mira que yo soy K” y ¿cuál es el problema? U otros que me han dicho “yo soy de Clarín” como si eso les diera algún privilegio. Una estupidez gigante”.

“Tengo un buen vínculo con la mayoría de los periodistas porque nunca me prendí. Yo creo que en ambos lugares hay cosas muy buenas y espacios de mejora. No me gustan los extremos y muchas veces me planteo si no ser extremista es ser cagón. Prefiero ser cagón a ser extremista porque me permite ver los grises, los matices entre el blanco y negro, siempre me gustó la diferencia con respeto hacia el otro”.

“El gran legado de mis viejos es "abrí tu casa a todo el mundo" sean zurdos, comunistas, radicales, peronistas, homosexuales, católicos, pacatos o atorrantes. Ese mix es como un sello, un espacio de libertad que no me avergüenza”.
La cobertura más difícil
“La noche de Cromagñon porque son más de 180 muertos. Hubo un espacio de tiempo en que la gente decía no está, cuando vos no sabes dónde está tu hijo es de una desesperación extrema. Recuerdo que lo viví en la salida de la morgue [de Tribunales en Buenos Aires]cuando salían y decían que fulano de tal está internado en terapia intensiva de un hospital y la gente aplaudía, a pesar que después muchos murieron. Sin embargo, ese rapto de vida, el saber que no estaban en la morgue ya era una felicidad momentánea porque estaban vivos”.
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