Nahir Galarza llegó ayer a la octava audiencia del juicio por el crimen de Fernando Pastorizzo poco antes de las 8 de la mañana.
Mientras los abogados de ambas partes se encontraban reunidos con los integrantes del Tribunal, la joven revisaba el expediente de la causa, se observaba en sus fotos y tamborileaba con sus dedos que lucían el fucsia de sus uñas sobre el escritorio de madera. Pasó así largo rato, mientras cumplía con el ritual de los días anteriores: esconder detrás de una cortina de cabello rubio su joven rostro de los flashes y de los cronistas.

El médico ginecólogo

Pasadas las 9 comenzó la audiencia con el primer testimonio. Estuvo a cargo de Víctor Adriel García: el médico ginecólogo que recorrió los 260 kilómetros que separan el Sanatorio Adventista del Plata -ubicado en la localidad entrerriana Libertador San Martín- de Gualeguaychú.
García atendió por primera vez a Galarza el 30 de diciembre de 2016. La joven volvió por un control rutinario, casi un año después, el 22 de diciembre de 2017 “con una lesión cutánea en la zona interna del muslo”.

“Le pregunté cómo se había hecho esa lesión y ella respondió que había salido, había tomado algo y que no recordaba cómo se la había hecho”. El médico también dijo que "la lesión podría haber tenido un par de días", describiéndola como "un golpe o raspón fuerte" que constituía "una lesión leve" aunque había "algunos moretones en los brazos de color verdoso que llevaban varios días", sostuvo a la vez que reconoció que no se especializa en medicina forense.

"La madre de la paciente también era mi paciente; cuando su hija tuvo dolores pélvicos la trajo a mi consultorio. La vi en 2016 y luego volvió a control en 2017”, cerró el médico.

Con esto la Defensa Técnica de Nahir volvía a traer al recinto aquella lesión que mencionó su masajista durante la séptima audiencia del juicio.

Los próximos 20 minutos de la audiencia estuvieron destinados a una vecina que compareció ante el Tribunal que integran Alicia Vivian, Arturo Dumon y que preside Mauricio Deruddi, para referirse a “los ruidos molestos” de los que son víctimas quienes viven en el vecindario de Galarza.

La Defensa Técnica, que dio la impresión de tener dificultades para reunir testigos que sustanciaran su hipótesis del crimen, sumó luego una seguida de testimonios más destinados a dar una buena impresión del oficial Marcelo Galarza, padre de la imputada, que de buscar convalidar la teoría del disparo accidental o involuntario.

Los ex compañeros del padre de Nahir hablaron de “disparos accidentales”

El tercer testigo de la jornada fue el suboficial Juan Cruz Ramírez, efectivo policial desde el año 2009 e integrante del grupo especial que durante dos años estuvo a cargo del oficial Galarza.

“La unidad especial tiene convivencia”, dijo el efectivo para luego contar algunos hábitos de su ex compañero respecto a cómo se vinculaba con su arma reglamentaria: “Galarza siempre usó munición en recámara y sin seguro, era una elección nuestra usar de esa manera el arma, pero él lo hacía así”.

“En el grupo cada cual cumplía su rol al momento de trabajar, tratábamos de no llegar a la confrontación, buscábamos el efecto sorpresa tanto para allanamientos como para los cazadores furtivos”, dijo en relación al motivo por el cual Galarza acostumbraba a llevar su arma en esas condiciones.
“A fines del 2015 se disolvió el grupo especial por órdenes de la superioridad. Fuimos elegidos de acuerdo a la preparación, la personalidad y la predisposición. Hubo denuncias hacia el grupo por parte de cazadores furtivos porque supuestamente nos quedábamos con las armas secuestradas en operativos realizados en la Reserva Natural El Potrero, pero como estaban todas en Paraná con sus correspondientes actas y no pudo probarse lo que se denunciaba, todo quedó en nada”, recordó el policía trayendo a la memoria de los presentes una causa anterior que involucró a Galarza padre.

“Sé que a algunos colegas se les escaparon disparos, aunque no dentro del grupo especial. Para la seguridad de la 9mm hay que tener precaución, pero la puede manejar cualquiera, la manipulación es sencilla y los seguros fáciles de sacar. Las mujeres tienen el mismo dominio con el arma que un hombre”, continuó el uniformado.

Sobre la reacción de una persona que no tenga conocimiento del arma al momento de efectuar un disparo supuso que "le asustaría el ruido, el disparo; es muy probable que se le escape el disparo".

Y siguió: “Cuando una persona se asusta tiene espasmo muscular, si el dedo sigue gatillando, rígido, se puede escapar una ráfaga en caso de armas automáticas u otro tiro”.

Dijo que en su misma promoción, “alguien que tenía que disparar una ametralladora FMK3 muy sensible, estaba tan tensionado y se escapó una ráfaga hacia el sector que estábamos nosotros”.

Incluso hizo referencia a “casos de violencia de género donde la víctima disparó de manera involuntaria más de un disparo”, en referencia a un caso producido en la ciudad entrerriana de Chajarí.

A su testimonio se sumaba el de Eduardo Acuña, funcionario policial hace 28 años, quien fue entre otras cuestiones instructor de ingresantes a la Escuela de Policía.

Acuña, dijo presenciar disparos accidentales: “la gente entra en shock, tira el arma, aunque depende de cada uno”.

“A mí me pasó, pero al estar capacitado reaccioné tranquilo y esperando instrucciones. Con internet y la tecnología de hoy en día cualquiera puede usar un arma, te enseñan como cargarla y como desarmarla”, agregó.

El experimentado policía, habló también de la sensibilidad de la pistola: “Existen armas más sensibles que otras para efectuar disparos, el arma se puede sensibilizar. Hay muchos funcionarios que usan el arma cargada con bala en recámara, para optimizar el tiempo y corriendo menos riesgo de que se trabe el arma cuando la va a cargar”.

Acuña reconoció conocer a Galarza, aunque dijo que "muy poco", de cruzarse en "el gimnasio, dos o tres veces", a la vez que admitió que no es instructor de tiro reconocido por el RENAR.

Pero así mismo se atrevió a aventurar: “el arma que está secuestrada en la causa, puede producir un disparo involuntario”.
Sergio Emanuel Cabral es funcionario policial desde hace 9 años. Conoce a Galarza, trabajó con él como parte de un grupo especial de Infantería por dos años bajo sus órdenes: “Constantemente pasamos situaciones de riesgo. Él tenía conocimiento de cómo utilizar su arma. El oficial solía utilizar munición en recámara y sin seguro. Cada vez que controlábamos y limpiábamos las armas, el hacía recomendaciones para el cuidado de nuestra herramienta de trabajo”.

Y en el mismo sentido de los testimonios que lo antecedieron, habló de “disparos accidentales” aunque no “más de uno”.

Pero también aseguró: “Con bala en recámara y sin seguro, por la sensibilidad del arma, casi seguro el disparo es involuntario”.

“En un estado de exaltación puede pasar que al afirmarse al arma, si es automática, se origine la situación del tiro reiterado”, dijo aunque al final de su testimonio reconoció que la pistola en cuestión es semiautomática.

Cabral opinó que Galarza “fue una persona muy responsable y amable mientras fue su jefe, siempre estuvo a la par nuestra, fue muy buen líder que estaba en primera línea y muy buen compañero de trabajo”.

Consideró también que Galarza "era prudente", al momento de usar su arma. Y recordó tal vez el momento más conflictivo en la carrera del oficial Galarza: “Nos contó sobre una situación que tuvo en Concordia con la pérdida de la vida de un civil y posteriormente un atentado en su casa”.

“El trauma en la fuerza es común, por enfrentamientos o por accidentes. Esto definitivamente cambia a algunos funcionarios que sufren amenazas o casos traumáticos como los que el sufrió. Creo que usar balas en recámara puede ser una de las razones”, justificó.
“Yo acostumbro a extraer el cargador y municiones para no fatigar el resorte; dejo el arma sobre un ropero en un depósito bajo llave", dijo refiriéndose a su práctica personal.


El contundente informe del experto en armas de la Querella: “No existió disparo accidental o involuntario”

Edgardo Ceferino Crespo, tiene una diplomatura en Criminalística y Criminología; es perito balístico, mecánico armero e instructor de tiro de la Policía Federal Argentina.

El final de la octava jornada, estuvo a cargo de su exposición en base a las pericias y los testimonios propuestos desde la Defensa Técnica de Galarza.
“De acuerdo a lo expuesto oportunamente por la Policía de Entre Ríos, y por el Licenciado Lázaro Azcue, junto a las fotografías del lugar del hecho –las cuales fueron anexadas a los informes- puedo concluir con que la herida del proyectil de arma de fuego que presenta la víctima en su espalda, con orificio de entrada de atrás hacia adelante, de izquierda a derecha, y una trayectoria ascendente, fue efectuado cuando la víctima se encontraba sobre el moto vehículo, con el tronco levemente inclinado hacia adelante”, desarrolló a la vez que aseguró que “el operador del arma” estaba “detrás de él, presumiblemente de pie, no sentado sobre el rodado, ya que el disparo está direccionado y con contacto débil, y sería el que se indicaría como el primer disparo”.

Y continuó: “La herida del proyectil de arma de fuego, en el pecho de la víctima, con orificio de entrada de adelante hacia atrás, de izquierda a derecha, fue efectuado cuando la víctima se encontraba en posición de cúbito dorsal, ya que habría solución de continuidad con el orificio de salida y el proyectil recuperado en el lugar del hecho, en el que hubo un desplazamiento del tirador con respecto a la posición de este con el primer disparo, al igual que una leve inclinación sobre el cuerpo de la víctima, atento a que lo determinado por la distancia de disparo no supera los 50 centímetros entre la boca del cañón y el tórax del occiso”.

En cuanto al arma involucrada dijo que corresponde a una “pistola semiautomática marca Browning, calibre 9mm, que se encontraba cargada con los nueve cartuchos secuestrados. La celosidad del disparador, conforme a lo expuesto por los especialistas, es normal, según se constató en su posición por el Licenciado Azcue”.

Asimismo dijo que “al momento de ser examinada por los peritos intervinientes no presentaba anomalías en el mecanismo constitutivo y que era apta para efectuar disparos”. “Al respecto se puede decir que no existió disparo accidental o involuntario ya que el primer disparo fue realizado a una muy corta distancia a quemarropa, y desde atrás de la víctima”.

E infirió: “El arma estaba sostenida firmemente ya que el ciclo del disparo se efectuó sin interrupciones aparentes, y el segundo disparo se efectuó a no más de 50 centímetros del blanco, con lo cual el autor tuvo que adelantarse desde la posición inicial del primer disparo e inclinar su cuerpo sobre la víctima, quien tenía su mano apoyada en el pecho como signo acto de reflejo por el dolor ocasionado en la primera herida”.

“Habiéndose secuestrado en el lugar del hecho una vaina servida y un proyectil, que presentaban correspondencia de haber sido disparados por el arma incriminada y una impronta de acción de un proyectil de arma de fuego en la pared de una vivienda ubicada a 50 metros aproximadamente, cuyas según características se corresponderían con las balas del cartucho secuestrado, existen tres hipótesis sobre el faltante de la segunda vaina: que ésta nunca fue encontrada, que alguien se la llevó del lugar o bien, que quedó trabada en la recámara del arma en cuestión”.

Asimismo avanzó en desplegar estas posibilidades: “En el caso de que la vaina nunca fuera encontrada o que alguien se la llevara de la escena, el mecanismo de disparo cumplió su ciclo correctamente, un tercer cartucho debería haber sido alojado en la recámara y posteriormente extraído, ya que ninguno de los 9 cartuchos secuestrados posee marcas características de accionamiento en sus balas conforme dicho en el informe pericial”.

“Al igual que en la hipótesis de la vaina servida trabada en el a recámara, se tiene que haber operado el arma para la extracción de ésta, ya que al momento del secuestro de la misma no había ninguna vaina servida en la recámara. Con cualquiera de estas hipótesis la persona que efectuó los disparos, manipuló el arma después de haberla disparado, demostrando los conocimientos suficientes en el manejo de la misma”, cerró el hombre su exposición.
Caso Fernando Pastorizzo
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