A todos ellos -y a muchos otros más que no se animaron a denunciar- Ilarraz los corrompió del modo más salvaje y atroz, y provocó en ellos un tramo tal que no pudieron animarse a denunciar sino hasta ser adultos.
El silencio que duró décadas fue abonado por la postura de la Iglesia Católica, que cuando se enteró de los abusos, en 1995, los juzgó en silencio y no dio aviso a la Justicia. Los fiscales Álvaro Piérola y Juan Francisco Ramirez Montrull pidieron una condena de 25 años de cárcel para Ilarraz.
Sergio Romero, que fue seminarista, fue abusado por Ilarraz, fue cura durante menos de un año y después se autoexilió en el Sur del país, dice: “Quiero dejar de perder, y por perder entiendo justicia, que si tiene que ir preso que vaya, si queda libre, que sea así, pero justicia, haciendo valer nuestra voz y nuestra palabra con lo que declaramos. Todo es verdad, todo lo que dijimos es verdad, y ya eso para mí es justicia. Ojalá esto aquí termine. Y con esto, que podamos recuperar un valor, el valor de la palabra, que fue silenciada mucho tiempo. Espero que ahora la palabra recupere ese sentido, el valor de ser dicha y de ser escuchada”, dice desde el Sur, General Roca, Río Negro, donde vive.
Dice que ahora se ha quedado sin voz, literalmente. “Ahora, apenas si puedo hablar. En este tiempo, hablé tanto, porque lo callé de igual manera, la voz que hoy no tengo expresa ese sentido de la palabra, reviviendo etapas de nuestras vidas que no quisimos. Si hoy tengo que hablar no puedo, la garganta me lo impide, pero ya hablé, y estas son las consecuencias de haber callado en el dolor, tanto tiempo”, cuenta.
Fabián Schunk, uno de los siete denunciantes de Ilarraz, espera condena: “Espero los 25 años de cárcel y la prisión preventiva. Sé que esto último es difícil, pero me pongo a pensar, que para Ilarraz pedimos 25 años y que los comience a cumplir desde ahora mientras que nosotros ya llevamos 30 años. Pienso que a él, en algún momento, se le terminará y quizás -como es en este país- algún beneficio pueda obtener si se porta bien, si estudia, si hace sus deberes. A muchas de sus víctimas, hagan lo que hagan, solo el ocaso de sus vidas pondrá fin a las secuelas. No es apocalíptico ni melodramático, es tratar de ser realistas con el sufrimiento y el fantasma que persigue a todo niño abusado, sin importar cual fuere su victimario. ¿Qué espero? Sin odio, sin rencor: condena y cárcel. Por justicia y reparación”.
Santiago Halle es uno de los siete querellantes de la causa Ilarraz. Tiene 28 años, y quizá menos años de vida de la distancia histórica con los hechos que ocurrieron en el Seminario. Nació en 1990; Ilarraz fue prefecto de disciplina en el Seminario entre 1985 y 1993. Tuvo que aprender de pé a pá la causa, entrevistarse con las víctimas, leer y leer, y el jueves 10 de mayo último sostener la acusación al cura. ¿Qué espera del fallo del tribunal? “Sólo espero que confirmen la verdad, y hagan justicia”, dice.
El excura José Dumoulin, uno de los testigos en la causa, lo dice de modo enfático: “Espero condena efectiva”.
El fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull, uno de los que se puso al hombro la acusación a Ilarraz, dice que una parte de la reparación ya se consiguió. “Empezaron escondiéndose los muchachos y hoy están con la frente en alto -dice-. Pase lo que pase, esto ya sirvió de mucho. Aunque la expectativa es que lo condenen. No tengo dudas de eso”.
Fuente: Entre Ríos Ahora
