"En ambos casos, como profesional de la salud y como diseñador, trabajo sobre el cuerpo humano: cuando la persona está dormida o cuando está despierta", comentó Fabián Zitta, un médico entrerriano devenido en modisto que asomó en los medios el año pasado, cuando Pampita lució varios vestidos suyos y porque formó parte de la mesa examinadora del concurso-reality Corte y Confección (El Trece). Su rol allí podría asimilarse al del “jurado exigente”, que, como a Marcelo Polino en el Bailando, le cuesta dar más que un regular.

Recién comenzado el frío invernal y mientras dura la cuarentena, el diseñador se prestó a actualizar una entrevista pre-Covid 19 que había realizado, en marzo, para la revista VIVA. Muchas cosas cambiaron desde entonces, entre otras, su forma de ver la moda y, sobre todo, su vuelta a la medicina en medio de una catástrofe sanitaria mundial.

"Después de los emergentólogos, los anestesiólogos somos los que seguimos en la escala de contagios. Somos los que maniobramos la vía aérea para dormir a los pacientes, que es justo el lugar donde el virus habita", explicó.

Respondió virtualmente desde su chacra ubicada en Lobos, La Violeta, adonde se refugia con su marido y socio, Charly Fonseca. La describe como “mi cable a tierra, mi lugar en el mundo”. Cómo no entender su necesidad de descanso alejado: es anestesiólogo y volvió a la “trinchera”.
“Ayudé a coordinar y unir los protocolos de la Asociación de Anestesiología y la Clínica Olivos, donde trabajo”, cuenta.

“Mi objetivo es prevenir contagios intrahospitalarios. Actualmente coordino los médicos del staff de la clínica y realizo las anestesias programadas. Aprendí a colocarme los equipos de protección y tuvimos varios casos de pacientes positivos que hubo que anestesiar. De todas maneras, el protocolo va cambiando y ahora se generalizó: todo paciente es tratado como sospechoso. A la mayoría se le hace un test rápido antes de llevarlo a quirófano, lo que facilita que disminuya el estrés de la anestesia”, agrega.

-¿Tu actividad en el tratamiento de un paciente es altamente riesgosa?

-Sí. Después de los emergentólogos, los anestesiólogos somos los que seguimos en la escala de contagios. Somos los que maniobramos la vía aérea para dormir a los pacientes, que es justo el lugar donde el virus habita. La pandemia durará más tiempo de lo esperado. Aguardamos la vacuna, pero, mientras tanto, la duración dependerá en gran medida de la conciencia social para cuidarse.

Así y todo, pese a su vocación médica y su posición de riesgo, Zitta sigue apostando a la moda, el otro lado de su perfil profesional, más orientado al estilo y el bienestar, aunque asegure: “El escenario de la moda hoy es incierto. Seguramente, los consumidores no tendrán las mismas prioridades que antes, van a cambiar los hábitos de consumo hacia productos más amigables con el medio ambiente; creo que se van a comprar buenos productos, pero en menor cantidad”.

Sigue apostando al diseño, combinándolo con la solidaridad: “Todo comenzó porque me ofrecieron colaborar con la fundación del Hospital Elizalde. No lo dudé y diseñé barbijos. Se vendieron todos. Con lo recaudado están comprando insumos para la salud. Diseñé los tapabocas en neoprene calado a láser, el mismo neoprene que se usa en los trajes de los surfistas. Son ciento por ciento lavables y tienen una base de tela que los hace bastante impermeables”.
Con sello de autor
Como él mismo se define, Zitta es un diseñador contemporáneo "de un tipo de ropa que se llama prêt-à-couture o demi-couture, un término acuñado a finales de los ochenta y comienzos de los noventa. Surge en las casas parisinas que decidieron trasladar una porción de su alta costura a las prendas de percha. Entonces armaron esta contracción de palabras para prendas que no son haute-couture ni prêt-à-porter, sino algo intermedio: el prêt-à-couture”.

En esta categoría, las piezas están realizadas con telas nobles (como seda natural, todas fibras naturales, casi no se usan sintéticas) y con un criterio de producción reducido (no más de 10 prendas). O sea que no es la misma cantidad que produce el prêt-à-porter, pero tampoco la pieza es única, como en la alta costura.

Otro rasgo distintivo es que en la elaboración hay alrededor de un 60% de proceso industrial y el resto es artesanal, con terminaciones manuales que le dan cierta exclusividad. Porque al no estar fabricadas en serie, las prendas no son idénticas; dependen un poco de ese toque personal de quien trabajó sobre una parte del vestido.

“Esta concepción de lo que es prêt-à-couture se debe a una cuestión económica y a la evolución de los códigos vestimentarios. Un segmento creciente manifiesta: ‘No quiero un vestido para usarlo una sola vez’. Pretenden un buen vestido, no pagarlo como exclusivo y usarlo varias veces.

En pocas palabras, que se vea con el lujo de alta costura, sin serlo. Quienes fogonearon esta solución intermedia fueron los franceses y Karl Lagerfeld. Con excelente marketing, resultó una buena opción para generar ventas frente a la caída de la haute couture. A esto se suma lo que venimos viendo con la ecología; prima el criterio de reusar una cosa y no usarla una sola vez y que se pierda. Muchas de mis clientas me piden un traje de novia que, con un pequeño cambio, después pueda seguir usándose; son chicas con conciencia sustentable”, concluye el diseñador.

-¿Cómo es tu proceso de trabajo?

-Igual al de una casa de diseño. El director creativo soy yo; trabajo con un equipo de diseño que baja las ideas a las personas que construyen las prendas. Elijo telas nuevas, que se vean nobles y con acabado tecnológico, una paleta de colores y una idea de silueta. La consigna es que mi diseño se vea joven.

-¿Joven en qué sentido?

-No en el sentido de que lo usen personas jóvenes, sino que tenga algo actual y novedoso, y alguna porción experimental. Porque en la experimentación está lo que llama al cliente. La gente quiere verse con un diseño que sea inédito, o al menos que no sea tan visto. Otra premisa que adopto es la de no seguir las tendencias, sino crearlas. No trabajo con lo que está de moda, una expresión que denota algo efímero, pasajero, con un comienzo y un fin. Lo que hago es buscar y crear un estilo atemporal, que traspasa edades y fronteras. Pero más que nada, quiero que genere una identidad que no tiene nada que ver con si se usa o no.

Me gusta que la clienta no se dé cuenta del todo de cómo se realizó el vestido, porque ese halo de misterio es lo que la hace sentir que lleva algo exclusivo
Inspiraciones
Uno de los caldos de cultivo que Zitta usa para inspirarse es la arquitectura. Arma moodboards o “muros de inspiración”, a partir de imágenes que le disparan ideas.

“En el moodboard está mi toma de partido, ahí digo: ‘Voy a armar mi colección a partir de estas cinco imágenes’. A esa altura ya tengo imaginados, vistos y elegidos los géneros y los avíos (aunque no uso tantos, no me gustan los botones, las cremalleras, las piedras).”

Como muestra, para Viva, crea un vestido fucsia. “Elegí creppe de satén de seda, previamente fiselinado y guateado”, cuenta refiriéndose tanto a la fiselina, un material de aspecto similar a un papel, que refuerza telas, como a la guata, una fibra sintética liviana para acolchar ciertas confecciones.

“Sobre esta tela se hará un matelaseado artesanal, con pasadas de máquina en diagonales paralelas. El otro género elegido fue la organza de seda con plisado industrial. Es un tableado con tablitas de 0,5 centímetros por 0,04 centímetros. Para el jabot del vestido preparé el mismo creppe de satén pero con plisado soleil. Para la forrería, opté por viscosa al tono.”

-¿Cuál es la instancia que sigue?

-El croquis. Yo dibujo todos los bocetos a mano. Hay plantillas para hacerlo en computación, pero como yo estoy siempre experimentando, me gusta usar lápiz y goma. Y borro mucho. Luego el equipo de diseño hace un molde y se lo pasa a las modistas para que lo interpreten. Ellas interpretan de acuerdo al dibujo, por eso es importante que el diseñador dibuje bien. Si estás haciendo un vestido para una clienta, tenés que mostrarle lo que pensaste para ella, con un dibujo y con un molde. Del molde se pasa a la toile, que es el vestido hecho en una tela liviana y barata, como liencillo o tafeta. Sobre la toile se hacen las correcciones.

-¿Qué importancia tiene la silueta?

-Es la figura que rodea al cuerpo. Siempre uso plisados y siluetas entalladas que contrapongo con volúmenes. Infaltables son el negro y los colores nude o crudos. Me defino por una silueta volumétrica, por eso los colores deben ser más neutros. Al negro hay que ponerle más diseño; los colores fuertes lo repelen porque el color manda.

Antes de cortar la tela, puede irrumpir algo experimental que se le ocurre al diseñador. “Por ejemplo, ahora voy a usar el plisado de siempre, pero lo voy a engomar todo”, adelanta.

“Eso no se hace sobre el vestido, se ensaya sobre la toile y lo probás sobre un retazo. Es un experimento que hago para ver cómo queda. Es como cuando hacés una torta: respetás la receta, sí, pero la vas mejorando hasta que le das tu versión personal. Soy un virginiano obsesivo con los detalles, si algo no está perfecto (se ríe) no estoy conforme.”

Llegamos al corte y al procesado textil. Luego de hilvanadas todas las partes, se procede a montar el vestido sobre el maniquí. Se hilvana y se desmonta del maniquí para su costurado final. El procesado textil definitivo implica costurado y armado. Antes de dar por terminado el vestido, hay una última prueba sobre la clienta, donde pueden efectuarse ajustes de calce.

“El vestido tiene que ser portante, o sea que se pueda llevar –dice Zitta–. Pero está bueno que al exhibirlo, no se sepa cómo está hecho o cómo se lo puso. Me gusta que la clienta no se dé cuenta del todo de cómo se realizó; porque ese halo de misterio es lo que la hace sentir que lleva algo exclusivo.”

-Llega entonces el momento de pagar. ¿Cómo se pone un precio?

-Hay una forma práctica de calcular los costos de una prenda. El costo de la tela, el de los avíos –cremalleras, botones–, si usaste materiales de bordado y forrería. Después el costo de confección, las horas hombre. Hay prendas que son simples, que llevan tres costuras, se ven majestuosas y bien terminadas, pero llevan menos tiempo. Después se suma un monto que refiere a los gastos fijos, o sea, un prorrateo que tiene en cuenta lo que pagás de impuestos, de IVA, ganancias, alquiler, lo que se gasta en marketing y promoción de marca. También hay que agregar un porcentaje al precio de venta en función de la exclusividad del diseñador.

-¿Y cuál es el papel de la modista?

-La redefinición de los oficios me parece interesantísima, porque se están perdiendo. Cada vez hay menos gente que se dedica a coser; me cuesta conseguir modistas buenas y la mayoría son de edad. Los jóvenes quieren ser diseñadores. La modista sabe construir la prenda, pero le falta esa pata, el diseño. Hay clientas que no buscan una composición de diseño y listo, una modista les resulta. Llevan una foto y piden una copia. Claro que cuando uno se viste, comunica. El hábito hace al monje. Las prendas son objetos de comunicación, la manera de presentarnos al mundo. Comunican el estado de ánimo, la zona donde vivís, la religión y la raza.

-Hoy la procedencia importa.

-La tendencia es vestirse con conciencia. Si advierten que la remera que usan fue fabricada en talleres donde los operarios no estaban bien pagos, muchos no la compran. Otros preguntan sobre el material, si es ecológico o ha sido cuidado, y en vez de comprarse tres vestidos se compran uno. Ahora todos reflexionamos sobre la moda.

-Estamos a mitad de año y asoma el verano. ¿Qué estás preparando para tu nueva colección?

-No haré más colecciones referidas a estaciones. Ahora mismo estoy trabajando en cuatro mini colecciones, de pocas prendas, referidas a una inspiración distinta y que no tienen reposición. Todas se realizarán con telas recicladas o de stock –lo que se llama Upcycling–, inspiradas en lugares naturales que ofrecen bienestar, como playas desiertas y selvas verdes. El futuro en indumentaria será comunicar moda consciente, sustentable, con precios lógicos y buenas materias primas.

-¿Cómo se perjudicó la moda con la pandemia?

-Perdió vigencia por un rato, pero para volver más renovada y reinventada, satisfaciendo nuevos hábitos de consumo. Creo que no habrá más fashion shows con influencers y la moda quedará desnuda, en el sentido de ser mostrada tal cual un diseñador la pensó. Las creaciones serán más conceptuales y buscarán la diferencia con bases en la sustentabilidad. También, la gente querrá saber quién hizo la ropa que lleva puesta.

-¿Podrás abrir de nuevo tu atelier?

-Con otros integrantes de la Asociación Latinoamericana de Moda Independiente, ahora mismo estamos gestando los protocolos de cuidado de las clientas, y van cambiando día a día. Haremos las Semanas Latinoamericanas de Moda en forma digital, y con el apoyo de las Cámaras o referentes de moda de cada país, para darlos a conocer. Sobre mi atelier, me imagino que lo reabriré con poca gente, atendiendo de a una o dos clientas por vez, con una distancia prudencial. Como médico, sé que a esto lo vamos a superar. Como con todas las enfermedades virales, se termina encontrando una cura.

Fuente: Clarín - VIVA
Sociedad
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