Pablo Delmonte, concejal Frente para la Victoria

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Esperábamos respuestas y quedamos llenos de preguntas



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El primer lunes del mes de la primavera no empezó como cualquier día. En el aire se palpitaba una enorme expectativa. Los días previos, los medios de comunicación anunciaban que, como consecuencia de los episodios económicos financieros, hablaría el Presidente de la Nación a todos los argentinos.

Con el dólar cotizando a 40 pesos, el combustible aumentando semana a semana, muchos comercios decidieron no vender sus productos por no tener precio y los corralones de materiales sólo entregaron stock. Mientras tanto los ciudadanos esperaban ansiosos una medida, una instrucción, un camino seguro.

La atención estaba puesta en el discurso de Macri –ya se sabía que había sido grabado con anterioridad- Como pocas veces, había una gran expectativa sobre un hecho netamente político: el jefe de Estado se dirigiría al pueblo.

Y el presidente habló. Esta vez 25 minutos. Pero no dijo nada. Absolutamente nada. “Veníamos bien”, “Se desataron tormentas”, “Debemos madurar como sociedad”, “El gobierno anterior gastaba mucho”, “Los caminos son difíciles”, “Sufrimos la peor sequía en medio siglo”, “Vamos a lograr esa Argentina que soñamos juntos”, “Se desató una batalla comercial entre China y Estados Unidos”, “Escándalo de los cuadernos”, “El siglo XXI es un siglo lleno de conflictos”. Y así siguió, con frases elaboradas y pensadas para cuidar su “imagen política”.

¿Economía? ¿Educación? ¿Salud? ¿Salarios? ¿Producción nacional? ¿Pymes? Ni una palabra. Nada. Sin sonrojarse el presidente Macri habló de lo difícil que es gobernar, ubicándose en la cómoda posición de la redención divina que otorga reconocer sus errores, e incluso llegó a referirse (entre suspiros y congojas) a vivencias personales, intentando conmover con su vacío conceptual ¡a un pueblo que espera respuestas ante este presente sombrío y sin salida visible! En fin, Macri. Nada. Y otra vez la crisis mundial, y los problemas de Turquía, los cuadernos Gloria y el porvenir juntos, muy juntos y llenos de sueños. En este delicado momento una vez más no dijo nada.

Estamos evidentemente ante un problema de soberanía, que se hace claro en una crisis extraordinaria. Una crisis de endeudamiento generada pura y exclusivamente por este gobierno que endeudó al país de forma sideral y record (más de 150 mil millones de dólares en 3 años) sin más objetivo que garantizar la especulación financiera, desarticulando al mismo tiempo el mercado interno, la industria nacional, y ajustando a la sociedad. Nos endeudaron y en Argentina no hay ni un peso.

En un momento como el que vivimos el presidente debía honrar el mandato de representatividad que le dio la política. Debía tomar decisiones seguras, contundentes en favor de la gente. Por una vez las señales debían ser para este lado, para adentro, no para Washington.

El discurso de Macri fue una verdadera burla al rol institucional como jefe de Estado, como representante de un pueblo, al que se debe. Ser un jefe de Estado es respetar la soberanía popular, conducir el destino de la nación por el bien colectivo.Y ante fallidas políticas y sus sufrientes consecuencias, y sobre todo frente a una crisis de esta envergadura, el presidente debe responder desde toda la institucionalidad que le reviste su cargo, es decir, brindando salidas que tengan como prioridad el sentido del mandato, que es el bienestar del pueblo. No es lamentar las consecuencias de las políticas como si fueran una fatalidad o un dato de la naturaleza, y dispersar responsabilidades en otros (¡mucho menos en los que las sufren!).

Así, Macri ha logrado invertir el sentido de la soberanía popular en democracia. Es un jefe de Estado que explícitamente se desresponsabiliza por sus políticas e invita livianamente a los argentinos a realizar un “esfuerzo” con el único objetivo de generar “confianza” a los mercados, aún a costa de sacrificar los derechos más básicos y el recrudecimiento de la situación social y económica.

Esto no puede interpretarse como sinceridad, sino desapego total y ruptura del contrato de representatividad. Y ante esta inaudita situación, somos los argentinos los que debemos hablar ahora. Que no nos confundan: la crisis no es el déficit fiscal, ni el FMI, ni las cuentas. La crisis es no tener salud, es no tener educación, es no tener trabajo. La crisis es Cambiemos y su modelo neoliberal de endeudamiento y especulación financiera.

Por último, me gustaría dejar claro que nuestro pueblo es muy distinto a lo que describe el presidente Macri y muchos medios de comunicación. Somos un pueblo maduro y trabajador, que ha sabido construir y defender sus derechos, que tiene historia y memoria, que no se “adapta” a las crisis ni se deja morir, y que siempre ha ejercido sabia y oportunamente su sagrado derecho a resistir la opresión.

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