Pocos saben que la vida es desafio y aprendizaje. Muchos sabemos que es esfuerzo y trabajo. Algunos son felices, aunque la mayoría lucha a diario por alcanzar el bienestar.

Esta crónica cuenta la historia de Yamila y Fernanda, que es la historia de muchas mujeres de Gualeguaychú. Esos cuerpos que parecen invisibles pero que están cargados de humanidad.

Yamila y Fernanda integran la Casa Corazón de María, que depende del Hogar de Cristo Nazareth radicado en la zona norte de la ciudad a pocos metros del Boulevard Montana.

Esa "casita" como todos la llaman es el refugio, el espacio de contención y de recuperación de mujeres y jóvenes adolescentes que conviven con problemas de adicciones y consumo de drogas.
UN PAR DE AÑOS DE CAMINO
Paula Angelini es una de las coordinadora del equipo y contó que “abrimos en 2017, pertenecemos al Hogar de Cristo Nazareth y buscamos abordar la complejidad de la cuestión de las mujeres en situación de consumo. Tuvimos la suerte de crear este espacio maravilloso al que asisten madres solas o con sus hijos, porque a veces su cuidado está intervenido por COPNAF”.

“Estamos para acompañar en este cuerpo a cuerpo de la salida de las drogas, en la recuperación con una visión integral ya que la Casa ofrece un montón de espacios internos. También estamos en la calle, en la búsqueda de las chicas de sus casas para traerlas y ayudarlas en los temas con el hospital en la Sala de Salud Mental, a maternidad, en sus controles de salud”.

Asimismo, ese respaldo se expresa en “conseguir su DNI, en apoyo judicial. En mente, cuerpo y espíritu como decimos nosotros”, destacó Angelini.

Por su parte, otras de las coordinadoras, Florencia Bernigaud, detalló que “la casa funciona de lunes a viernes de 9 a 17, donde según el día se realizan distintos talleres que tienen como objetivo apuntar a la recuperación como grupos terapéuticos, de espiritualidad, almuerzo y merienda, además de socializar con sus hijos”.

El trabajo en el Hogar de Cristo se clasifica como “en red”, sea con COPNAF, hospital, centros de salud donde se tramitan soluciones y asistencias para esas mujeres, sus hijos o las familias.

Paula Angelini precisó que “lo que necesitamos para expandirnos en la Capilla Asunción de María son voluntarios, gente que se sume. No necesitan ser profesionales, sino que cualquiera que tenga un tiempo es bienvenido. Es descubrir cómo ayudar a otro para que se sienta parte de esta familia”.

Las formas de ayudar pueden ser muchas. “Trasladar a un niño hasta el jardín, de un traslado al hospital para un control o para hacer un trámite. Un voluntario que simplemente venga a escuchar hace la diferencia. Ese es nuestro plus en el Hogar de Cristo, ser familia”, destacó Angelini.

Las tareas más allá de Corazón de María son hacer visitas periódicas a las casas de las mujeres y familias en recuperación, acompañar y trabajar con redes institucionales, visitas al penal o la comisaría del Menor y la Mujer, o la articulación en casos de violencia con la Casa Alas.

“Es imposible trabajar en la complejidad del tema del consumo sin el apoyo de la comunidad. Animarse y acercarse es valiosísimo. Por más que crean que es poco lo que pueden hacer, para nosotros es una ayuda enorme”.
Protagonistas
Yamila está con sus hijos y es parte del trabajo de recuperación. Ya tiene un camino recorrido y es un respaldo para las chicas que recién llegan al hogar. “A las 9 nos juntamos para desayunar con mates, algo de pan y compartir experiencias. Tenemos cada día actividades, por ejemplo, teatro o hockey”.

Las madres no pierden contacto con sus hijos, almuerzan juntos, a la mañana los alumnos van al Centro de Primera Infancia a unos 50 metros de la Casa Corazón de María. “Es un apoyo muy lindo, nos hablan y acompañan en todo lo que necesitamos”.

Fernanda, tiene 25 años y es otra de las integrantes de la Casita, que tuvo ganas de contar sus experiencias: “Va a hacer dos años que estoy y, la verdad, que pase por muchas cosas. Principalmente la llegada fue muy dura para mí porque estaba por empezar una etapa de tratamiento sin mis hijos porque tenía una medida judicial”, recordó.

“Cuando llegué al hogar me abrazaron, me contuvieron y me dijeron que iban a averiguar. Que me quedara tranquila y que desde ese día arrancaba una nueva vida para mí, un nuevo comienzo. Y realmente, fue así”, narró Fernanda con fortaleza.

Fernanda agradeció que “lo que más me dolía era que no iba a tener mis hijos. En la Casita pudieron intervenir judicialmente y hoy en día estoy con ellos”.

En referencia a la fidelidad del tratamiento para abandonar el consumo, explicó que “es fundamental las compañías de los referentes acá. Yo soy de las que dice que el chico que llega mal y quiere empezar su tratamiento tiene que poner el 50 por ciento, el otros 50 te lo dan en el hogar. Con todo lo que he vivido y con lo que me han ayudado yo creo que el apoyo del hogar vale un ciento por ciento”.

Fernanda puso en claro que cuando se “flaquea” siempre hay una mirada positiva. “Recordas todo lo que has pasado, las cosas mal lo que has vivido y empezas a pensar en lo que has logrado, entonces, decís no voy a tirar todo lo que hice”, reflexionó. "Yo creo principalmente en las personas que me han ayudado, en mis hijos y en la ayuda en Dios”.

Su mensaje para otras madres o adolescentes en la problemática de las drogas es claro, sencillo y directo. “Que se acerquen al hogar. A mí me costó muchísimo, quería venir mucho más antes pero siempre había alguna traba. No era vida la que llevaba. Si se dejan ayudar, la Casa Corazón de María está disponible, tanto como yo misma o el resto de las chicas. Si te permites que te ayuden, te va a cambiar la vida realmente, esto es día a día, cada día se aprende algo y cada día es distinto”, aseguró Fernanda con solo 25 años de vida.
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