Ante todo tengo que hacer una aclaración: no soy un crítico teatral, no me da el piné para eso. Apenas sí me animo a reflejar lo que veo y siento, luego de tantos años de periodismo (extrañado) y de ver espectáculos, con ánimo de comentarlos con la gente.

Hecha la aclaración, debo decir que el espectáculo que presentaron Marcela Reynoso y sus intérpretes, resultó un gran éxito, con el público aplaudiendo entusiasta; un público que el domingo llenó la platea del Teatro Gualeguaychú.
DE QUÉ TRATA LA OBRA
Me parece que la obra, de la gran dramaturga Griselda Gambaro, cae dentro de lo que llaman “teatro del absurdo”.

Se trata de un manicomio, al que un día su director (evidentemente, el propietario además) se propone trasladar a un nuevo domicilio, para lo cual necesita el consentimiento de las internas. Todo parece marcha sobre rieles para el doctor, cuando una de las internas se opone al traslado, y a poco andar recibe el apoyo de las demás. El director se propone una nueva táctica: así, les promete un viaje de turismo a Córdoba, que en verdad es hacia la nueva casa. Y no se puede contar más, porque una de las incógnitas que plantea Gambaro es si las locas se dejarán embaucar o no; para saberlo, deben concurrir a la próxima función de “Acuerdo para cambiar de casa”.

La obra nos deja pensando sobre el desamparo de los dementes, o no del todo tales, las relaciones de dominio que los “normales” pretendemos establecer ellos, y mucho más, como la cotidianeidad de la violencia psicológica, la capacidad de re-unirnos y de fraternidad de los humanos.

En fin: el solo hecho de dejarnos pensando ya es mucho.
LOS PROTAGONISTAS
La dirección es de Marcela Reynoso, que no deja resquicio alguno por aprovechar, en un texto implacable.

El nivel de los actores es muy bueno, sin excepciones: el único varón, Guillermo Cerneux, hace un director perfecto, perverso sin límites, pero con una pátina de componedor y humilde, que a veces se le hace insostenible. Muy bueno.

Todas las actrices: Cristi Zapata, Fernanda Portela, Ana Papes, Irene Aguer, Susana Gogorza, están impecables, cada una perfecta en su rol.

Personalmente, me encantó Susana Gogorza, como la abuela María, que termina cantando melancólica y casi susurrando “Oh, qué será, qué será”. Y, dentro de su mundo de fantasía, tiene la energía para iniciar la rebelión inicial.

Otra obra para enorgullecernos.
Teatro Gualeguaychú
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