“Todos podemos hacer algo, desde casa” es una de las frases que más circulan en estos días donde palabras extrañas se transformaron en cotidianas: cuarentena, pandemia, Coronavirus, aislamiento ya pueblan nuestro lenguaje.

Pero algunos ya piensan en ser útiles para otros. Como en toda crisis, las debilidades pueden ser oportunidades y las falencias se transforman en logros.
Julieta Otero y Lautaro Ipperi armaron un grupo de “makers” para fabricar en Gualeguaychú máscaras protectoras para el personal de salud, seguridad y quienes puedan estar expuestos a trabajar con potenciales pacientes.

Ellos son Mariano Sturla, Danilo Fiorotto, Emilio Barsanti, Gerónimo Maglione, Alejandro Rosviar, Francisco Manuele, Emiliano Markisich, Marcelo Deri.

Se trata de máscaras especiales fabricadas con plástico y acetato que se diseñan mediante impresoras 3D a través de piezas que se van encastrando y permiten la higiene de los dispositivos para mantener su inocuidad.

Julieta le contó a R2820 que están necesitando planchas de acetato para hacer el frente de las máscaras y la parte de superior. “Se usa acetato de 200 micrones”, precisó la estudiante de diseño industrial en la Universidad de Buenos Aires [UBA].

“Se está rediseñando un modelo de máscara que cumpla con las especificaciones técnicas del Ministerio de Salud. A mí ocurrió compartir la idea de lo que se está haciendo en otras ciudades y a Lautaro se le ocurrió hacer esas máscaras para la gente de acá”, explicó Julieta sobre el motor de la idea solidaria.

Ellos se pusieron en contacto con amigos profesionales del hospital Centenario que “nos dijeron que es lo que necesitan. Por ejemplo, en la Terapia Intensiva nos contaron que tienen pocas cofias, camisolines y un barbijo especial que se prestan entre uno y otro de los trabajadores”.

A partir de ahí, Julieta y Lautaro junto al grupo de jóvenes solidarios pidieron autorización a la dirección del nosocomio que aceptó la iniciativa solidaria: “El vienes nos pusimos a trabajar a contra reloj para fabricar las primeras máscaras porque llevan su buen tiempo ya que cada pieza demora hora y media en producirse en la impresora 3D”.
“Tenemos la urgencia de hacerlo, pero lo que fabriquemos necesitamos que sea bueno y cumpla con todas las condiciones de seguridad. Por ejemplo, los médicos nos piden que cubran las orejas y la cabeza”. Pero no solo el desafío es fabricar los dispositivos, sino que nos pusimos a investigar cómo desinfectar el material, o como se puede esterilizar, para que esa máscara sea reutilizable.

Julieta Otero embarcó en el proyecto solidario a muchas manos anónimas. “Tenemos cerrado el diseño del producto y ya producimos las primeras piezas” se entusiasmó y agregó que “necesitamos el acetato de 200 micrones. Las librerías El Contable, El Tamayo e Impresión del Litoral nos colaboraron con planchas de acetatos pero necesitamos más”.

Pero a la cruzada también se sumaron las escuelas técnicas N°1, 2 y 3 que ofrecieron sus impresoras 3D para colaborar.

La estudiante de diseño industrial valoró que cuentan para fabricar las primera 100 máscaras “pero necesitamos muchas más porque lo ideal sería que cada persona o terapista tenga tres o cuatro aparatos y que a diario se encargue de esterilizarlo. Nosotros estamos pensando en las enfermeras y los médicos de la Terapia del hospital Centenario y de los centros de salud o los sanatorios privados”.

“Pero quizás lo usen también agentes de la Policía y los trabajadores que no tengan protección cuando están expuestos porque aprendimos que un barbijo solo tapa las vías respiratorias pero dejan desprotegidos el resto de la cara”, aseguró Julieta.
Todos podemos ayudarlos para los “makers” sean un canal de ayuda solidaria: se reciben donaciones de acetato en placas de 50 x 70. Ahora son caras, están de 150 a 200 pesos cada una y se le debe sumar el plástico de arriba y la energía que consumen las impresoras 3D.

Además se requiere el insumo para la impresora 3D, es decir, plástico PLA o PET-G que es la materia prima para las partes a producir y el elástico, aunque hace poco les donaron 200 metros por parte de la fábrica de elástico local. Otro requerimiento son bolsas de cristal sin uso para distribuir las máscaras en forma inocua.

El grupo de hacedores o makers estiman que se podrán fabricar de inmediato unas 100 máscaras al tener varias impresoras 3D trabajando en simultáneo.

La iniciativa solidaria de los jóvenes, surgida al calor del #QuedarseEnCasa, busca sumar voluntades para que un grano de arena sea capaz de edificar una montaña de buenas intenciones que bloquen esas raras palabras nuevas.
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