Según el último informe del Banco Central de la República Argentina, en promedio uno de cada dos argentinos adultos tiene algún tipo de financiación con el sistema bancario.

Seguramente este indicador es más alto en Estados Unidos y más bajo en la República Popular China, sin embargo, resulta un guarismo considerable y significativo para la estructura económica Argentina. En 2015, el porcentaje de endeudamiento con el sistema financiero era del 46.8 por ciento de la población.

Asimismo, resulta interesante señalar que las provincias de la Patagonia poseen un endeudamiento mayor al promedio nacional. Por su parte, el Noroeste y Nordeste Argentino poseen una proporción menor. En el caso de Entre Ríos, este indicador alcanza al 45 por ciento. En cambio, las provincias de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires se posicionan por encima del 50 por ciento.
Resulta lógico, que estas provincias muestren una apetencia mayor a la financiación, dado su sistema productivo, económico y social en muchos casos triplican ratios de nuestra provincia. Un dato revelador, es que en la Ciudad de Buenos Aires, el 82 por ciento de la población registra algún movimiento de crédito con las instituciones financieras.

También, queremos poner en relieve, que el 54.4 por ciento de la población es masculino y el 45.6 por ciento femenino. Si nos enfocamos en el tipo de financiamiento, se puede observar que la mayor proporción de crédito se encuentra en las tarjetas de crédito, los préstamos personales y adelantos de cuentas bancarias (en descubierto, financiación, empresas). Los créditos hipotecarios, prendarios y productivos son los de menor peso relativo.

Como era de esperarse, el segmento etario con mayor demanda al crédito es el de los 30 a 44 años. Sin dudas tiene un correlato con el ciclo de la vida. El joven – adulto es la fracción poblacional con mayor necesidades económicas y sociales. A su vez, es la edad de madurez, estabilidad y previsibilidad para el resto de la vida. En efecto, a medida que pasan los segmentos de edad poblacional, la aversión al endeudamiento es mayor.
Si seguimos profundizando el análisis, podemos verificar que: de las personas que tienen alguna actividad comercial “pequeña o micropyme”, solo el 13 por ciento no utilizó alguna herramienta de financiación bancaria. Es decir, que el 87 por ciento de las restantes pymes demandan algún tipo de asistencia de fondos.

Si la comparamos con el escalón de medianas y grandes empresas, este guarismo cae al 8 por ciento.
Además, la cultura de la uso de pago vía electrónica crece al igual que la caída de la demanda de efectivo. En el último año, el medio más usado de pago es la tarjeta de crédito y débito, seguidos por transferencias bancarias y tarjetas prepagas. Esta última con un crecimiento más que proporcional.

En promedio mensual/pesos un adulto tuvo una erogación de 5.110 pesos con transferencia del sistema financiero, 3.777 pesos con tarjeta de crédito y 2.042 con tarjeta de débito.

De los 5.110 pesos en promedio mensual de un adulto, 4.068 se realizó por homebanking (80 por ciento de las transacciones), $ 337 por celular – banking (6.5 por ciento) y el resto $ 705 por cajeros automáticos (13.5 por ciento).
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