Observación, detenimiento, paciencia, dedicación. Son algunos elementos indispensables en el estudio de la biología de organismos pequeños que habitan lugares muy específicos, de difícil acceso y lejos del ojo humano –metafórica y literalmente hablando–, pero cuya existencia cumple un rol fundamental en el ambiente y de ahí la importancia de conocerlos.

Con esta lógica desarrolla su trabajo un equipo de investigación del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA) que estudia parásitos y patógenos, es decir agentes que causan enfermedades, en peces, moluscos y crustáceos. Precisamente, algunos de sus integrantes son autores de una reciente publicación científica que da cuenta de un hallazgo producto de una indagación profunda que involucró distintas técnicas de análisis y métodos de aproximación.

El nuevo organismo, cuya descripción se publicó en la revista Veterinary Parasitology: Regional Studies and Reports, apareció por primera vez en 2019 en el intestino de una mojarra de velo, nombre popular con que se conoce a Pseudocorynopoma doriae, un pequeño pez de agua dulce que habita Sudamérica desde el sur de Brasil hasta la cuenca del Río de la Plata, muy valorado para su conservación en acuarios.

No fue hasta un año más tarde, cuando volvió a encontrarse dentro de la misma especie, que despertó la atención de Martín Montes, investigador del CONICET en el CEPAVE, por algunos rasgos peculiares que no se correspondían con ningún parásito conocido. “Tenía un ovario alargado transversalmente y en los huevos había larvas con un ocelo, que es una mancha de pigmento. Lo más raro era la disposición de los vitelarios, glándulas encargadas de generar el alimento de los embriones, que estaban en cuatro bloques sin conexión aparente entre sí”, describe el científico, primer autor del trabajo.

La función de los vitelarios es dar lugar al vitelo, como se conoce a las sustancias almacenadas que servirán para nutrir a las larvas antes de que encuentren a su primer hospedador. “Lo más frecuente es que se ubiquen en dos hileras paralelas a cada flanco del cuerpo del parásito, pero en este caso se veía una interrupción en la zona media, con lo cual quedaban formando cuatro segmentos, dos adelante y dos atrás, y todos muy separados entre sí”, describe Montes.

Esta morfología no permitía al equipo determinar la ubicación filogenética del organismo aislado, esto es, su lugar en el mapa de parentescos evolutivos. La confirmación vino de la mano de un estudio de ADN: estaban frente a un representante de Allocreadiidae, una familia de parásitos de distribución mundial que incluye 14 géneros, de los cuales tres se han hallado en Argentina.

El paso siguiente fue utilizar el microscopio electrónico de barrido (MEB), cuyas imágenes mostraron otros detalles interesantes, como unos incipientes lóbulos en la ventosa oral, además de amplificar los rasgos morfológicos de los vitelarios, también observados en ejemplares juveniles o con menos cantidad de huevos. Agotados todos los métodos de análisis y comparación, concluyeron que no pertenecía a ningún género conocido: hacía falta describirlo, nombrarlo, y darlo a conocer. En honor al investigador del CONICET jubilado Sergio R. Martorelli, que fue su director de beca y entrada a carrera, Montes bautizó al nuevo género Martorellia, mientras que la especie en particular recibió el nombre de Martorellia liciae por Felicia “Lici” Cardillo, esposa y colaboradora de Martorelli y colegas durante muchos años.

Hasta el momento, nada indica que el nuevo parásito afecte negativamente a P. doriae, aunque Montes reconoce que hace falta realizar estudios más exhaustivos para poder confirmarlo. “Lo encontramos en grandes cantidades; entre diez y quince individuos por pez, al que a su vez se le ven malformaciones o indicios de desnutrición comparado con otros. A priori, se podría decir que cumple la regla de un buen parásito, esto es, no matar a su hospedador, lo cual resulta lógico porque tiene que seguir viviendo adentro del animal consumiendo lo que necesita para vivir, pero sin comprometer su vida. Si ese equilibrio existe, el parásito pasa desapercibido en relación al consumo energético del animal, pero lo tendremos que seguir estudiando para estar seguros”, concluye el científico.
Ciencias Naturales
Suscribirse a nuestro newsletter
Y manténgase siempre bien informado.

¡Suscripción exitosa!

Gracias por elegirnos para informarte.

Lo sentimos, se ha producido un error inesperado

Por favor intente nuevamente

¿Qué opinas? Dejanos tu comentario sobre esta nota

Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación... [X]

Comentarios ()

El comentario no será publicado ya que no encuadra dentro de las normas de participación de publicación preestablecidas.

¿Deseas denunciar este comentario?

No Si
Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación... [X]