El Bergoglio cordobés es, además, senador honorario y representante de la prestigiosa Accademia Bonifaciana en Anagni, a 65 kilómetros de Roma, en la región del Lacio. Esta ciudad es llamada la “Ciudad de los papas” porque allí nacieron cuatro pontífices: Inocencio III, Gregorio IX, Celestino IV y Bonifacio VIII.
Francisco y Jorge Ernesto han mantenido varios contactos a lo largo de los años, por carta, correo electrónico e incluso en persona.
Las visitas a Roma
“Cuando era cardenal, me enviaba sus homilías. Fue una lástima que no viniera a la Argentina como Sumo Pontífice. Ahora está muy enfermo y no sabemos si saldrá adelante”, lamentó. Como parte de la familia papal, Jorge Ernesto Bergoglio fue recibido oficialmente por Francisco en 2014 junto a sus hijos, un año después de su elección en aquel inolvidable 13 de marzo de 2013.El encuentro incluyó una misa privada de jueves y un desayuno en Santa Marta. Luego, el abogado cordobés lo visitó dos veces más. “Aquel día en que Jorge Bergoglio fue elegido papa, tenía en mi jardín tres canales de televisión. Recibí llamados de todo el mundo, el primero fue de la cadena Caracol”, recuerda.
Pero la anécdota más sorprendente ocurrió poco antes de su primer encuentro con el papa, en un restaurante de Perugia, junto a un campanario milenario. “Estábamos cenando en una trattoria, un lugar mágico. Cuando mi hijo fue a pagar, el dueño vio nuestro apellido en la tarjeta de crédito y preguntó si éramos parientes del papa. Mi hijo le dijo que sí, que su padre era su primo. El dueño salió a los gritos, llamando a todos los comensales”, relata entre risas. “¡Limoncello para todos!”, exclamaba el propietario.
La celebración se trasladó a la calle. “Fue increíble porque, al despedirnos, el dueño me aclaró que era musulmán”, recordó.
Un escritor apasionado por la historia familiar
Jorge Ernesto Bergoglio es escritor y autor de Historias de la inmigración y la vida de piamonteses en un pueblo chico, en referencia a Alicia, Córdoba. El libro, editado por Tinta Libre en 2021, incluye una historia familiar que también fue publicada en el diario español ABC.Bajo el título Un naufragio que pudo cambiar la historia de la Iglesia, el artículo relata cómo el abuelo del papa estuvo a punto de embarcarse en el último viaje del Princesa Mafalda, el llamado “Titanic italiano”, que naufragó en 1927 rumbo a América.
Juan Ángel Bergoglio, abuelo del papa, tenía todo listo para zarpar en octubre de aquel año desde su Piamonte natal hacia Argentina. Su hermano, Juan Lorenzo, lo esperaba en Paraná, Entre Ríos, donde había fundado una empresa constructora.
Sin embargo, una demora en la venta de bienes los obligó a cambiar los pasajes y embarcarse en otro buque, el Giulio Cesare, que finalmente los llevó a Buenos Aires. De haber viajado en el Princesa Mafalda, la familia Bergoglio habría sido parte de las más de 400 víctimas del naufragio.
El propio Francisco se lo recordó a Jorge Ernesto en un correo electrónico en 2011, cuando aún no era papa. “Si se hubiera seguido el plan original, habrían naufragado”, le escribió.
Lo cierto es que Juan Ángel y su familia llegaron a Argentina el 15 de enero de 1929. El resto es historia conocida. Mario, hijo de Juan Ángel y Rosa, se casó con Regina María Sívori y tuvieron cinco hijos: Jorge Mario (hoy papa Francisco), Alberto Horacio, Óscar Adrián, Marta Regina y María Elena.
María Elena, de 76 años, vive en las afueras de Buenos Aires en un convento junto a monjas. Se hizo conocida en 2013 cuando contó a la prensa que, antes del cónclave, rezó para que “se haga la voluntad de Dios” en la elección del papa.
Francisco también tiene sobrinos, entre ellos dos hijos de Marta Regina Bergoglio de Narvaja: José Luis, sacerdote jesuita, y Pablo, dedicado a la gestión educativa.
Jorge Ernesto recuerda a su primo como un hombre austero. “No tenía auto ni secretaria. Apenas asumió en el Vaticano, tenía un solo traje y dos pares de zapatos”, aseguró.
Nacido en Alicia (Córdoba), Jorge Ernesto vivió allí hasta 1952, cuando ingresó como alumno en el Colegio La Salle de Argüello. Se graduó como abogado en 1965 en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), donde fue docente de Derecho Romano por 40 años. También dirigió la Dirección General de Publicaciones y fue profesor de Derecho Aduanero en la Universidad Siglo XXI.
Hoy, a sus 84 años, sigue sorprendiéndose al recordar aquella noche en Perugia donde, por el simple peso de un apellido, toda una trattoria brindó en su honor.
Fuente: TN